11 de noviembre de 2014
Acteal ejemplifica muchas de las situaciones latentes en Chiapas, esta tierra tan fértil en frutos y gente digna como en historias tristes que llevan el apellido del acecho constante de injusticias, desplazamientos y divisiones de población, hostigamientos e incluso masacres que dificultan su caminar.
Este fin de semana pasado tuvimos la oportunidad de vivir una experiencia irrepetible en la comunidad de Acteal, municipio de Chenalhó (Chiapas). Invitados por Zapayasos, colectivo cultural que trabaja desde hace 9 años a través del teatro crítico y del clown con las comunidades indígenas de Chiapas, participamos de la dinamización de unas jornadas organizadas para jóvenes de la región por la Sociedad Civil Las Abejas de Acteal.
Acteal ejemplifica muchas de las situaciones latentes en Chiapas, esta tierra tan fértil en frutos y gente digna como en historias tristes que llevan el apellido del acecho constante de injusticias, desplazamientos y divisiones de población, hostigamientos e incluso masacres que dificultan su caminar. Como la que sufrió esta población de los Altos de Chiapas el 22 de diciembre del año 1997, cuando murieron asesinadas por grupos paramilitares 45 personas tzotziles que oraban en la iglesia (en su mayoría mujeres -muchas de ellas embarazadas- y niñ@s).
Este hecho, imposible de olvidar, todavía pesa como una carga tremenda y triste que arrastran incluso las miradas de l@s jóvenes y niñ@s de la comunidad. A ella se han sucedido múltiples acontecimientos, a lo largo de los años, que han hecho que el espíritu y la convicción de sus gentes por mucha voluntad y resistencia pacífica que ponen se debilite.
Un ejemplo más de un pueblo que quiere y persiste en querer hacer su propio camino, silencioso y tranquilo, atropellado por intereses del gobierno o de corporaciones que desgobiernan y le niegan su libertad.
Sin embargo, ante esta dificultad que tenemos de poder escribir nuestra propia historia, sigue habiendo esperanza. Y l@s más de 80 jóvenes tzotziles, tseltales, choles y zoques con quienes hemos compartido este evento tan especial nos han demostrado que todavía hay motivos para el aliento. En cada títere, en cada dibujo con plastilina, en cada letra de hip-hop, en cada imagen visual representada en cada uno de los talleres que compartimos, expresaron sus ganas de defender y cuidar a su querida madre tierra, sus esperanzas de crecer cultivando y tejiendo un futuro mejor para las nuevas generaciones.
Una vez más se puso en evidencia que, cuando se quiere y se pone el corazón, se superan todas las barreras (idiomáticas, culturales, emocionales…) y todo es posible. En el horizonte, la semilla de un nuevo Acteal que ya empieza a germinar. Nuevas páginas, de una nueva historia que está por escribirse, la de los pueblos con sus propias identidades, con sus nombres y apellidos, sin tener que esconderse, defenderse o vivir en constante vigilancia sólo por el hecho de querer ser y hacer crecer sus raíces. Los colores de esa mariposa (pepen) que quiere florecer y volar.
Jordi Muñoz